Que esta noche me desarmo ante ti … y
no se que tan valiente sea al dedicarte este como un “ultimo
verso”; pero mira cariño mio, sonríe y vive, por qué aun
distante cuidare tus pasos.
Ahora, procede tu, maldito ingrato, el
dueño de mi sonrisa y explícame por qué sigues siendo la espina en
mi piel, aun sabiendo que no recibo nada a cambio y murió tu querer.
No te empeñes en hacerme daño, yo
misma lo hago al volver a anhelar la suavidad de tus labios, la
dulzura de tu piel y el misterio de tu mirada, una mirada tan
cambiante como tu pensar … tal cual cambiante como las promesas en
vano, como las palabras al viento y la sangre olvidada.
¿Para que un ultimo verso? Si no estoy
lista para despedirme de tu vida, así te hayas empeñado a
desprenderme de tu historia … así nuestro futuro se haya dividido
en dos caminos y te quedes en el pasado.
¿Recuerdas que te prometí cuidar tus
sueños y mantenerte en mi pensamiento? ¡Maldito ingrato! Ay mi
amado maldito ingrato … en mis sueños cuido tus pasos, en mis
pensamientos velo por tu aliento.
De que me sirve hundirme en arrecifes,
abandonando todo lo dado, si arranco una parte de mi vida … esa que
complementaste con una sonrisa. Te quiero, y aun así soy consciente
que debo pagar un precio.
¡Anda, maldito ingrato! arranca mi
piel con tu desprecio, roba mi ultimo aliento con tu despedida,
atormenta mis sueños con tu indiferencia … que aquí seguiré
anhelando tu beso, con el veneno usual que guardabas en el ultimo “te
quiero” … y aun así te prometo que no sera mi ultimo verso.
Apaga mi voz, después de todo mi
espíritu endeble se fue, como los intentos frustrados de olvidar tu
nombre … que el masoquismo alimenta mi alma, amarga y débil …
eres mi maldito ingrato, al cual prometí dedicar mis versos y
pensamientos en aquel Marzo, en una tarde que no creí que
complementaras mi vida.