9.26.2018

En Sepia.

septiembre 26, 2018 Posted by Geraldine Bonilla No comments


 Te vi, una tarde de un día cualquiera del cual ya no recuerdo la fecha… Había nubes sin lluvia, la calle que es ruidosa de noche estaba apagada y tú te veías desde lejos tan indefenso mientras yo me moría de miedo. ¡Cómo agradezco a la vida haberte encontrado ese día!

Fue la primera de tantas veces que me ofreciste un café ¿y quién te diría que no a tal propuesta? Yo en vestido rojo y tú tan casual como siempre, acariciando al gato, contando anécdotas de esas que siempre me hacen reír y mi mente haciéndome malas jugadas planeando como conseguir un beso tuyo. – Te juro que, si ese día me tomabas por la espalda, te daba hasta mi vida-.

… Y como si se tratara de un juego de seducción entorpecido, cambié mis medias rezando cada segundo que entraras y me dijeras que estaba más cómoda sin ellas…

Y desde entonces, mi vida, sabía que me ibas a joder la existencia misma con solo despedirte con un beso en la mejilla.

***

Pero bueno, ya que, ya te quise y te pequé. Te besé, te mordí, te temí, te dejé, te cogí, te amé, te gemí, te dejé echar raíces en esta alma trajinada, te odié, te escribí, te confié, te abracé, te volví a amar, te lloré y te dejé ir.

… Te recuerdo en una ciudad nocturna, solitaria, peligrosa, sucia y apasionada así cómo te gusta amar en las sabanas. Y te odio, de nuevo, por irte como el agua entre mis dedos y te perdono y justifico cada mentira cuando me decías que me querías porqué es mejor recordarte de lejos cada día que buscar atajos para no encontrarte en las avenidas e incomodarte con mis “te extraño”.

Y es que ahora te recuerdo sin color y con polvero en mi habitación, como si te hubieses marchado hace un montón de tiempo, con los audífonos al 100%, escuchando esa banda bogotana que tanto te gusta, caminando por las calles donde me hacías reír, rezando a cada dios que pudiese existir que te cuide y te haga feliz ya que mi amor jamás fue lo suficientemente bueno para ti.

Te recuerdo en sepia, mi amor, porqué desde ese miércoles en tu equipaje te llevaste mi aliento de vida y cada abrazo que te di para que te quedaras se redujeron a la nada. Y es que lo fuimos todo en silencio y al mismo tiempo fuimos efímeros ante las mentiras por pasión, ante los pactos rotos y por los planes sin cumplir.

Te recuerdo como en un álbum viejo (de la foto juntos que nunca fue), lleno de páginas secas y oxidadas por el tiempo. Y dueles, te puedo jurar que dueles al respirar, porqué: “Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí...”.