Caderas balanceando por la calle principal seduciendo ojos tan hermosos como los de Chris Botti, ese es el mundo del jazz.
Un mundo donde no se necesita perdón, donde no hay lugar al error porque lo más exquisito es su improvisación.
Dos amantes inocentes que camuflan su libidinosidad al ritmo de un saxo tenor; la muchacha del cabello enredado con sus labios enrojecidos y entreabiertos dando lugar a èl, el dueño de sus sueños, el de los suspiros silenciosos que delinea su espalda olvidando el color de la noche con sutileza virtuosa como si estuviese reviviendo al mismísimo Oscar Peterson, así, tal cual es el mundo del jazz.
El pacto que se pronuncia con un dedo, delineando el borde de la boca esa boca que calma llantos y gemidos, una boca privilegiadamente maldita; en el mundo del jazz se vendan los ojos para colorear en besos la boca del pacto, una boca llena de secretos que deliran las mejores melodías de Armstrong regalando así una soberana libertad a mi mundo del jazz.
El mundo del jazz camufla mi peor perfil, mis lagrimas amargas para poder ir creando un espacio en el que se reemplaza dolores por amores, reemplaza "estúpida música animal" por sonidos sublimes y amantes. He creado mi mundo del jazz queriendo reencarnar el amor de John Coltrane y la majestuosidad de Nina Simons entre la oscuridad de mis piernas, desplegando los mas perversos y húmedos pensamientos a una sonrisa desconocida que me cautiva y me regala los mas desenfrenados y lujuriosos momentos que solo mi imaginación disfruta en su mundo del jazz.
Un mundo donde no se necesita perdón, donde no hay lugar al error porque lo más exquisito es su improvisación.
Dos amantes inocentes que camuflan su libidinosidad al ritmo de un saxo tenor; la muchacha del cabello enredado con sus labios enrojecidos y entreabiertos dando lugar a èl, el dueño de sus sueños, el de los suspiros silenciosos que delinea su espalda olvidando el color de la noche con sutileza virtuosa como si estuviese reviviendo al mismísimo Oscar Peterson, así, tal cual es el mundo del jazz.
El pacto que se pronuncia con un dedo, delineando el borde de la boca esa boca que calma llantos y gemidos, una boca privilegiadamente maldita; en el mundo del jazz se vendan los ojos para colorear en besos la boca del pacto, una boca llena de secretos que deliran las mejores melodías de Armstrong regalando así una soberana libertad a mi mundo del jazz.
El mundo del jazz camufla mi peor perfil, mis lagrimas amargas para poder ir creando un espacio en el que se reemplaza dolores por amores, reemplaza "estúpida música animal" por sonidos sublimes y amantes. He creado mi mundo del jazz queriendo reencarnar el amor de John Coltrane y la majestuosidad de Nina Simons entre la oscuridad de mis piernas, desplegando los mas perversos y húmedos pensamientos a una sonrisa desconocida que me cautiva y me regala los mas desenfrenados y lujuriosos momentos que solo mi imaginación disfruta en su mundo del jazz.