2.25.2014

Expiró.

febrero 25, 2014 Posted by Geraldine Bonilla No comments

Que fácil decir que todo estará bien y con un par de malos chistes reír a media carcajada... 
... Pero las columnas son inútiles, las paredes se derrumban, tu mente te atormenta y miles de recuerdos saltan de sus pesadas cadenas y corren por tu sangre, como rebaño sin pastor.
¿Quien mata los demonios que te asesinan? ¿Cual es la función del rencor?

Que desolación se siente al hablar de amor, al argumentar la compañía, al hablar de perdón; todos quieren que sonrías por siempre, pero nadie se atreve a curar parte por parte de tus heridas, nadie comprende la razón de tu amargura nocturna. 

Hasta soñar es en vano, cuando de tanto desear no despertar, el insomnio aparece solo para desgastar la poca fuerza que queda en tu cuerpo ¿entonces para que insistir en sentir algo hacia los demás?

...

Perdón, es que me he acostumbrado a vivir solo por minutos y despedirme la vida entera... ¿quien querría escuchar a una mente maniática y llena de temores? Después de todo, nunca nada me saldrá bien aunque le planee. 

Ya no lloro, me arde la piel al hacerlo, pues mi propio veneno llegan a mis labios y no quiero hacer daño al resto... Pero como es de suponer, la voz cruel en mi cabeza no se callará y me resignaré a perder. 



Recuérdenme siempre, que observar desde lejos no es precisamente estar viva.

2.20.2014

EL ARRESTO

febrero 20, 2014 Posted by Geraldine Bonilla No comments
Me complace, hoy también, compartir un texto ajeno que vale la pena ser leído... Espero que lo disfruten.

_______

Me despidieron. Lo esperaba, el tipo nunca fue un jefe flexible, comprensivo sí, pero flexible jamás. ¿Por qué esperaba el despido?, supongo que tardarme los viernes unas cuantas horas más de lo permitido era un motivo suficiente.
En la vida todo es como un dominó, o eso dijo el psicólogo ese, después de que tumbé el escritorio y golpeé al tipo tan fuerte que tuvieron que llamar a la policía. Esa gente de la policía... Pobres, tienen que lidiar con un tipo lleno de ira.
No estoy loco, eso lo tengo claro, simplemente sentía mucha ira, casi una década sirviendo a sus intereses, como cualquier otro, pero ese no era el motivo realmente. Todos sabían que el motivo es (o era, ya no importa), ella.
Desde la secretaria de piernas seductoras, hasta el barrigón de facturación, saben quién es ella y que pasaba cada viernes en el garaje. Ella también me había despedido, digamos despedido, sí, despedido. Tal vez se dio cuenta que no puede amar a tres imbéciles a la vez. Tal vez.
Y también me despidió, (despidió suena extraño, pero decente, algo sutil para todo esto...) porque sintió que la amaba, y que yo no siempre iba a ser el tipo que le servía de idiota útil, de juguete. 

Son las nueve. Gracias a la liquidación, llevo un par de semanas levantándome tarde y enviando hojas de vida a cualquier empresa mediocre con un edificio decente, bien ubicado, con cubículos bonitos y un baño privado, que desee contratarme. 
Vuelve mi mente a lo de los policías, golpeé al tipo, sí, ya está, como cualquier borracho enfurecido.Ellos con su olor a calle, a noche, a transexuales, a putas y borrachos, me tomaron por los brazos, me esposaron y no musité una sola palabra. En parte el jefe fue comprensivo, también sabía lo que me pasaba. Igual instauró la demanda.
Soy abogado, ¿qué esperaba?, argumenté que fue un momento de intensa ira y dolor, lo justifiqué bajo las innumerables veces que llegué y me tocó esperar afuera o los incontables viernes que me quedé solo, haciendo el papeleo, buscando datos de los clientes... Era un poco injusto, el tipo fue compresivo, pero al final, todo salió bien.
Me mandaron al psicólogo, un psicólogo del Estado, un tipo como yo, pasó por una Universidad, decente además, sufriendo por pagar su carrera para sobrevivir de un empleo que le da el dinero suficiente para no sentirse miserable. Como yo.
Unas cuantas terapias diarias. Listo. Que si quiero unas sesiones extras o suscribirme a una terapia. Pura cortesía. Ya le conté porqué lo hice, porqué golpeé al tipo, tumbé el escritorio y me llevó la policía.
¿La causa?, bueno era más que obvio y ya lo he repetido, Ella.
Se ha vuelto una idea circundante en mi mente, cada día la quería más, cada día la buscaba más, cada día esperaba más de ella, fui ¿inocente?, al creer que me llegaría a querer como yo a ella. Su amor me empalagaba, me hacía sentir como un niño, me recordaba mis mejores días. Sentía que mi vida era excelsa junto a ella. Ya fuera comiendo algo y coqueteándole un poco, o andando juntos por la calle, escuchando sus quejas o ella mis penas...
Era feliz junto a ella. ¿Era feliz?, sí, vaya, lo era. Sonreía al verla, como en el ascensor cuando me besaba y existía esa chispa de pasión inesperada entre el piso octavo el primero... o el Sótano. O cuando nos encontramos, en su apartamento o en el mío, no fueron más de dos veces, por aquello de las apariencias.
Como me gustaba subir detrás de ella, no por verle el trasero y las piernas, no. Simplemente porque podía perseguirla, tomarla por las caderas y besarla en el cuelo, desprenderle las ropas y hacerla mía. Su olor a Victoria's Secret (¿Era Victoria's secret? o alguna de esas fragancias de valor, traídas de otro país?...) Como me encantaba ese olor.
Nunca expresó más que unos cuantos monosílabos, claro, de placer, y algunas veces enloqueció pensando que estaba mal lo que pasaba en ese caluroso momento, pero le gustó. Aunque lo niegue hoy, aunque me cierre la puerta en la cara y con su mirada trate de matarme. Sé que le gustó.
Amé abrirle la puerta de mi diminuto apartamento, era abrirle mi vida, mi corazón, no era solo por sexo, por sentir su piel, o morder suavemente sus senos. No, no era porque ese momento llegaría. Era solamente porque la sentía mía.
Jamás deseé que fuese mi esposa, la escuchaba hablar con ese pobre idiota, y era intensa, sofocante, asfixiante, casi tóxica, pobre hombre, y aún no sabe que no solo lo engañaba conmigo, si no con otro infeliz... Le reclamaba, que los niños, que el dinero de la mucama, que lo había visto saliendo con su ex-esposa... Que, que, que, que, que... Agradecía que no era mi esposa.
Y yo la escuchaba, ahí a mi lado, con su espalda descubierta, con su cabello largo, ahí sentía que le amaba. Se me helaba la sangre en las venas con cada despedida, con cada beso que debía (por cuestión social) darme en la mejilla. Pero más me dolía cuando sabía que no me diría nada.
Unas pocas veces me susurró un te amo, y yo con mi exaltada pasión la abrazaba fuerte y le decía cuánto adoraba escuchar esas palabras. No lo niego, lo disfrutaba, pero sabía que algo había cambiado... Tal vez era uno de los otros dos con quienes compartía su vida, o simplemente se cansó de mí, de que le pidiera que fuera más mía.
Nunca llegué a entender cómo podía querer. Querer, amar, disfrutar... ¿Querer? ¿Amar?, ¿en serio lo hacía?, no lo sé, nunca entendí su forma de querer, amar y disfrutar. Es imposible comprender a una mujer, eso está claro, pero yo quería entenderlo, yo no quería dejarla, pero se fue.

Dos meses en Oaxaca, Michoacán, Nuevo León, y Tijuana. Se iba para México. El grandioso México, el maravilloso y fascinante México. Tal vez vaya a la Riviera Maya y traiga su cuerpo bronceado, con un color mestizo, perfecto, con ese olor bendito de México... Ay México, con tus mariachis, tus minas de plata y tu sangre revolucionaria, Ay México, con un Trotsky muerto y muchos amantes escondidos, Ay México...
Al poco tiempo volvió de allí, era obvio que algo había cambiado, no se me hacía raro que hubiera conocido un buen mozo Mexicano, uno de esos raros espécimenes sin acento y con dotes encantadores que conquistan turistas y luego les sacan un montón de dinero.
No era posible. Había ido con su familia, yo conocía a los pequeños, por casualidad una vez nos encontramos en un festival de películas, no teníamos los mismos gustos en cuanto a cine (realmente en cuanto a nada), pero por esas cosas del ¿destino? nos encontramos, conocí al tipo ese, al del anillo, aunque yo sabía que también la engañaba, era obvio, entre hombres esas cosas son notorias.
Y allí estaban los niños, uno muy parecido a ella, el más grande, un patán completo, como ella. Y la niña, dulce, con esa mirada de su mamá, esa mirada que desde la distancia me indicaba que era —por fin— hora de vernos.
Al poco tiempo de regresar nos encontramos, todo sucedió como esperaba, un encuentro, más normal que los demás, con su piel mestiza, algo brillante, un poco quemada en algunas partes, pero aún así, me encantaba.
Algo ocurría y yo no soportaba la duda. Jamás he soportado la duda. La llamé, le dije que fuéramos a almorzar, que me aceptara, que era una ocasión especial. Le pregunté. Quedó asombrada. Tantas veces que lució inmutable, sería, decidida.
Esta vez la veía con los ojos llenos de desconcierto, de nervios por no dar la respuesta, que ambos sabíamos nos alejaría. Pero su respuesta, como la de cualquier mujer, también me tomó por sorpresa, era la más fácil, la más obvia y el camino más corto "No sé".
No me lo esperaba, para ser franco. Me levanté de la mesa, dejé que ella pagara, recogí el maletín, le di la mano, le agradecí por su respuesta y me fui. Ella no iba a intentar detenerme, porque nunca le importé, porque para ella nunca signifiqué nada, porque a pesar de todo "no éramos nada" porque era más fácil aceptar que nada ocurrió que aceptar los sentimientos encontrados... Ay amor.
Tenía tanta ira, tanta rabia, creo que los carros paraban aunque el semáforo estuviera en verde, era tanta me rabia que atravesé las calles a pasos largos, sosteniendo el maletín con agarradera de cuero con fuerza, la mano se me ampollaba.
Subí. Exhausto. Nadie preguntó nada. Nadie nunca preguntaba nada. A excepción de la clásica pregunta del clima o de qué tal estaba el almuerzo, esas preguntas para pasar el tiempo. El olor era el mismo de todos los días a las dos de la tarde, y más un miércoles.
Por alguna razón los miércoles la gente decide almorzar algo diferente, unos cazuela, otros bandeja, unos más refinados trucha y otros por menos dinero, bagre. Ese olor putrefacto y asqueroso del aliento de cada uno de quienes habíamos almorzado.
El sol entraba fuerte por la ventana, y todos bostezaban, unos que al igual que yo, no soportaban ese hedor, abrían las ventanas, otros se ponían el celular en el oído, imitaban que recibían una llamada, se iban al baño y allí su hedor terminaba.
Mis manos temblaban, estaba nervioso. Ansioso. Escuchaba en mis adentros el maldito, maldito tic-toc-tic-toc del segundero en el reloj que había comprado con un dinero que ella me había dado. Qué miserable me sentía.

Para mis adentros solo se repetían las palabras que había dicho, el "No sé" enardecía mi ira. Sus frases negándolo todo, negando cada momento, negando cada beso, negando cada vez que la vi desnuda y cada vez que me vio sin ropa alguna. Negando lo que sentía. Culpándome de que no supiera que sentía.
Negando todo, una y otra vez, negando cada paso que dábamos en la calle, negando cada vez que tomaba mi mano, negando cada abrazo, cada risa, negando cada te amo. Negando que fui el tipo por el que en algún momento sustituyó a su esposo, a su ejemplar marido.
Culpándome, culpando mi ego, culpando mis sentimientos, culpándome de todo. Culpándome de la respuesta a mi pregunta de si ya no me quería como al principio, como cuando por primera vez estuvimos solos y la vi tan perfecta, tan impasible, como una diosa. Como cuando tocamos la gloria, juntos.
Una tras otra afirmación, negándome y culpándome, todo. Todo. Refugiándose en su viaje, en su profunda reflexión de que el otro idiota y yo ya no valíamos nada. Vaya, qué gran viaje. Qué gran forma de amar. 

Llegó el jefe, Fonseca el apellido del hombre, me llamó a la oficina, todos sabían para qué era. Me levanté de la silla, cerré todas las ventanas de Excel, las carpetas con los casos y apagué la pantalla. Entré a la oficina, qué raro, nunca había entrado, jamás me había fijado en esos carritos de colección, o en la vieja vitrola que heredó.
Me senté con calma, las manos me sudaban, las ampollas en la mano derecha me ardían, el pecho me palpitaba tan fuerte que sentía no soportar ser un desgraciado oficinista más. Me dijo, López, aquí está su despido, lo siento, usted ya no es productivo, ha infringido el reglamento y... No soporté la ira, salté sobre él lo golpeé, una y otra, y una y otra y una y otra vez.
Su sangre fluía y los otros ya venían a detenerme, claramente había quienes disfrutaban del escándalo. Para quienes ahora era un héroe, un soldadito de papel que se arriesgaba a atentar contra el poder, el gordo grande de facturación me detuvo, junto con el que estaba dos cubículos adelante mío.
No le había roto la cara, ni los dientes, tan solo un ojo hinchado y un tabique descuadrado, iba a estar bien. Llegó la policía, todo fue como en cualquier caso de violencia, ya lo dije. Tres noches en un CAI, viernes, sábado, domingo. El lunes se llevó a cabo la audiencia. El resto ya lo saben.

Son las diez. Ahora estoy sentado al borde de mi cama, con un dinero extra y otro por pagar, eso quiere decir, como siempre. Todo pasó tan rápido, que lo único que recuerdo, es que, tres minutos antes de saber la respuesta a mi pregunta, 
Ella, seguía diciéndome "Te Amo"

Daniel López


Twitter: @MisterNadie
Facebook: Mister Nadie
Blog: Mister Nadie

2.15.2014

FIN DE SEMANA.

febrero 15, 2014 Posted by Geraldine Bonilla No comments

Hoy traigo algo ajeno, algo agradable, que vale la pena ser leído. Espero lo disfruten :)



"Comienza el fin de semana, o al menos eso dicen en la radio. Son las cuatro de la mañana, otra vez. El nudo de la corbata me gusta, creo que refleja el poder de los hombres, incluso cuando se ve desajustado sobre la camisa, descolgado, como si se estuviera rendido, pero es aún más que eso, significa poder. Hago el nudo.¿Qué hay de desayuno?, siempre pregunto en voz alta, esperando que su voz me responda, entonces recuerdo que está ya lejos, y el eco refleja ello... "¿Qué hay de desayuno?" atraviesa el silencio...
La estación siempre se ve sola, pero hoy, por alguna razón de tantas está aún más sola, hace bastante frio, la gente camina encorvada, con la mirada al piso, sin querer tener contacto con otros, sin querer mirarse entre las pesadas ropas, porque el silencio de las miradas lo hace todo más incómodo.
He decidido coger otra ruta, darle un poco más de comodidad a mi cuerpo, gastar un poco más de tiempo, hacer algo diferente dentro de la interminable rutina. Voy sentado.
Una que otra secretaria o estudiante se sube a esta hora, las faldas con el ruedo alto son tendencia, en especial la de ella, altura mediana, ojos cafes, cabello largo, nada fuera de lo normal. Hasta ahora.

Me doy cuenta de sus piernas, ¡dios! qué piernas más lindas, no son como esas grotescas de botero o las esqueléticas de algunas que consideran eso belleza. Son perfectas, esbeltas, magnas, las medias veladas la hacen más seductora, qué linda falda. Debería subirle más el ruedo.
El tinto en la calle es agradable, siempre está su punto, al igual que todas las otras bebidas que venden en esos frágiles carritos llenos de termos humeantes.
Siempre he pensado que las verdaderas artistas son esas señoras, esas que venden el tinto, el agua aromática y que cuentan las monedas a la débil luz de la madrugada que se combina con esa amarillenta de la calle...

Son perfectas sus medidas, el sabor es exquisito y su espíritu es cordial, incluso algunas van escuchando a los demás desgraciados —que como yo— trabajan en una oficina mediocre que le da un sentido a la trivial vida.
No han abierto el edificio, y el jefe me ve ahí, parado en la puerta, ridículo, como un objeto que espera ser usado, seguramente varios pensarían "El jefe dirá que soy un excelente trabajador, que soy un berraco", pero desde su lujoso carro sé que piensa "miren a ese imbécil, ahí parado, creyendo que eso significará un aumento..."
No considero que el tipo sea un imbécil, o al menos no tanto como los otros, púes de una u otra forma nos tiene a su disposición, a su mano.

Son las 10 de la mañana, es viernes y muchos hablan de sus planes, otros dejan entrever en sus caras que ya desean que sea la hora del almuerzo, para irse a ver con sus amantes o simplemente llenarse de lo que alguna artista de restaurante de esquina, prepara.
Con los años el período entre las 10 de la mañana y las 12 del día se me hace eterno... Estoy ahí, sentado frente a la pantalla, y todo ocurre lento... Los documentos esperan ser revisados y el jefe recibe visitas que no le agradan.Después de todo no es trabajo fácil como la mayoría piensa.

En esas horas algunos textean, otros llaman y otros simplemente se reúnen alrededor de la greca para planear, chismear o solo opinar, para complementar el aburrido ambiente.
Finalmente es la hora del almuerzo, puedo desprenderme de ese maldito papeleo y verla. En el camino al lugar de siempre pienso en que debo parecer algo hostil a los demás oficinistas, hablo con pocos y digo lo justo, sin embargo soy igual de mediocre que ellos.
La distingo entre el resto, siempre reconozco ese pecho, además ese encaje ya está en mis recuerdos más que mi propia clave del banco, en la que por cierto, por estos días no debe descansar ni un peso.

Sabe lo mucho que me gusta ese traje, ese encaje a la altura del pecho, cerca al cuello, es tan irresistible... Se acerca y me da el beso, ese clásico beso que me recuerda que soy solo uno de los tipos que ama. Ambos lo sabemos.
Almorzamos en un sitio agradable, o no, no agradable, realmente no lo es, solo que con su presencia cualquier sitio es bueno. Vamos al sotano, al carro de su padre, un lindo auto que casi le pertenece, que es un regalo. Amo sus besos, su cuerpo, me lleva a lo que puedo considerar el cielo.

Aún así, prefiero hacerle el amor vestida (¿hacerle el amor, o, solo tener grandes faenas de sexo llenas de culpa? Aún no sé como llamar a esos momentos). El vestido la hace más sensual, le da más calor al momento, elimina la culpa. Por fin obtengo lo que quiero, esa satisfacción que me quita los remordimientos.
Vuelvo a la condenada oficina. Es viernes por dios, jefe, ¿quién trabaja en una tarde así? soleada, en día quince del mes y a instantes que usted deposite el dinero en las cuentas, ¿quién trabaja, jefe?.
Unos piden permiso y se marchan con una excusa que consideran buena, pero que hasta el mismo jefe sabe que es solo un pretexto, pero, él es humano, él siente y por supuesto: También se va de putas los viernes. Entiende.
Los casados esperan pacientemente que el reloj marque las seis para irse a sus hogares, algunos miserables, con una esposa que no es la misma después de tener el anillo, otros ansían ver a sus hijos.
Los separados saben que es día quince, no pueden ir a desahogar su desgraciada vida entre copas con extraños en algún bar de mala muerte. Deben recoger a sus hijos, o bueno a los que alguna vez llamaron hijos, que ahora solo son su responsabilidad, unos los llevaran al centro comercial y otros a mercar.

Quienes se quedan solo miran sus celulares, envían mensajes o hacen llamadas, otros dan vueltas por la oficina o entran al baño, otros solo miramos a la pantalla y miramos el buen cuerpo de la secretaria más joven, qué enfermos somos, pero qué linda es ella.
Por fin son las seis, sé que ella no vendrá, no me llamará, aún menos me buscará, porque solo soy su objeto, su juguete, el que la entretiene, como los otros.
El jefe se despide, y yo decido trabajar un poco más, no tener que torturarme el domingo a las cuatro de la tarde sabiendo que tendré que correr a revisar algo que es para el lunes a las nueve.
Son casi las siete, estoy solo, o bueno, no solo, quedan registrados todos mis movimientos en unas cintas que verán después los de seguridad y dirán "pobre tipo, con ganas de ver a su familia y velo ahí trabajando"
Ni si quiera está la señora del aseo, otra que como yo, como todos, está bajo el yugo de este empleo, se habrá ido a ver a sus hijos, pienso, irá en un bus lleno y con ese olor a calle, a inmundicia que tienen los vehículos de Bogotá.
Me despido del tipo de seguridad, pienso en lo aburrido que es su empleo, pero no tanto como el mío, al menos el tiene una que otra emoción imaginando historias de fantasmas que recorren los fríos pasillos de concreto.
De vuelta a casa me doy cuenta que no entiendo su forma de amar, que no logro entender como dice amarme, como ama a tantos. Siento algo de repulsión. Soy parte de su juego.
No es extraña la congestión en cualquier vía, pero al menos voy sentado. Los viernes tomo el bus, es más larga la ruta, pero no quiero llegar tan temprano a casa a darme cuenta de mi vacía vida.

Vuelvo a ella, no puedo odiarla, su cuerpo me inspira, pero sus palabras me hacen sentir miserables, aunque dice que me ama, no logro entender como lo hace, no entiendo como me ama a mí, al otro desgraciado y al pobre tipo que es su esposo.
Siempre me cuenta sus penas, pero me parece tan cínica, tan descarada, que entiendo porqué logra amar a tantos, entiendo como degrada ese maravilloso concepto que es amar.
La llamo. ¿Mañana? no. ¿El domingo? tampoco. ¿El lunes? tiene reunión.
No es mía, tan solo vacío mis hormonas en su cuerpo, tan solo dejo mis besos en su piel, tan solo la beso con amor, para ella no significa nada más que un momento. Para mí, es amor. ¿Es amor?. Eso creo.
Acaba el día, suena la televisión nacional con sus titulares amarillistas y en la calle todo es bulla, extasis, fulgor.

Solo espero quedarme dormido y levantarme tarde, ir al mercado y ver alguna mujer linda, cortejarla. Mantener la mente ocupada, simplemente no puedo entender su forma de amar, me tortura, me acaba.
Es un viernes más."

Daniel López.


Twitter: @MisterNadie
Facebook: Mister Nadie
Blog: Diario de Mister Nadie

Re-dirección.

febrero 15, 2014 Posted by Geraldine Bonilla No comments
Nadie dijo que sería fácil olvidar: personas, momentos, canciones, lagrimas, largas madrugadas, chistes, películas, abrazos, promesas, sueños, perspectivas, fechas, etc... Y si, reconozco que quizás me aferro tanto a espectros que se me complica "avanzar"... Entienda, no es fácil, necesito un respiro.

Me estoy acostumbrando a que sus palabras no duelan, a que no me importe su indiferencia y sobretodo el hecho de que suele olvidar más rápido que cualquier mortal. Ya no sabré más de cada uno, tan solo de lejos... ¿Por qué no abandonar las lagrimas que poseen nombre propio? No sé si agradecer al tiempo, no sé si debo recordar con rencor o satisfacción... Realmente no sé nada... Pero en este nuevo respiro, descubrí que me seduce el olvido. Bienvenido sea todo el que sepa tambalear mis ideas para regalarme unas mejores y adiós a cada quien en su narcisismo solo quiso subir su ego.

Ante todo, mil disculpas por quien fui, estimado compañero en un rato de vida... aun así, mis nuevos suspiros son con otro aire, es otro tiempo... Y mi lista de reproducción también renovó sus canciones.


2.09.2014

No sé como hablarte.

febrero 09, 2014 Posted by Geraldine Bonilla 1 comment

¿Y si dejas de seguirme el juego de que ya no te extraño? Verte tan allá me duele, no sé como limpiar tus heridas, aunque no dejen de sangrar... No tengo idea como acercarme a ti de nuevo sin molestar... No sé como diablos haré para olvidarte también en las noches. Antes moría por ti, esta noche moriré para ti, para saber algo de tu voz, para deslizarme entre las sabanas y llorar un poco por la ausencia que sabe invadir los rincones que en algún momento fueron libres en mi memoria.

Dime como haces para exprimir cada emoción, explícame como hiciste para no tener piedad de mi dolor. Te besé, siempre que tuve oportunidad, con tantas fuerzas, con las mismas que te amé... Y esta noche en la que no puedo más fingir ser fuerte, me derrumbo sin poder mantenerme en pie; hasta la ultima pizca de fuerza se me agotó en ti, te quise tanto que hoy estoy tan desgastada... Hoy solo quiero que tu voz o tus letras me animen un poco, me devuelvan tan solo un poco de todo lo que te di cuando te tuve.

Discúlpame por no saber distribuir mi cariño, por no saber el significado exacto de lo equitativo, por desvivirme en ti; no estaba entre mis planes (Ni siquiera tú estabas en mis planes y te atravesé en ellos para conseguir tus besos). Lamento mucho no saber como dejarte ir, a pesar de que ha pasado un tiempo considerable... Cariño mio, te pido de rodillas disculpas por quererte, por extrañarte esta noche, por no dejar de escribirte en las noches sin importar que no leerás. Perdóname por permitir que me duelas tanto.

... Es que no sé como despedirme...

2.01.2014

Quedarme contigo.

febrero 01, 2014 Posted by Geraldine Bonilla No comments
Esta noche, ultima noche de enero, voy recorriendo tus pasos, esos pasos que andaste un 20 de Octubre al despedirte con un beso rápido... Un domingo 20 que deseaba dejar colgada mi alma a tu vida, para no verte ir... Quedarme contigo.

Ojalá alguien me enseñara como se retienen las lagrimas en los ojos y como se devuelve el tiempo... ¡Necesito saber como! ¡Se me hace migajas el alma y los recuerdos! O mejor enséñame a odiarte con todas las fuerzas de mi vida, para poder aniquilar recuerdos y abandonar la manía de relacionar cada lugar contigo.

Estoy tan cerca de ti, pero tan lejos de tu mente... Y me mata la nostalgia, amordaza mi tranquilidad, porque desearía encontrarte esta noche y las otras dos que siguen, para abrazarte y hacerte meter en la cabeza que no te puedo olvidar.

Pero ya aprendí que por mas que desees algo con todas las fuerzas, no garantiza que se cumpla; así que me resigno a guardarte en mi memoria y a dejar que se me estremezca la piel... Me conformo (aunque no quiera) con escribirte en mi diario de memorias, ignorando que ya dejaste perder mis letras en el transcurso de las 6 horas de viaje que hay de ti hacia mi.

Se te olvidó quererme tanto como yo, pero a mi no se me olvida como llegar hasta tu mundo, ni el deseo de escabullirme entre tus sabanas. Te he maldecido tanto por 30 días y aun no entiendo porque precisamente esta noche deseo decirte al oído que te amo, como si fuera luna creciente, como aquellas madrugadas de marzo y abril.

Después de tanto pensarte, llegué a la conclusión de que debería olvidarte... Pero todavía quiero escribirte cada noche... Y tú allá, ignorándome, como si tu memoria fallara. No sé que haré, cariño, para extrañarte un poco menos y entregarle mi corazón al 100% a alguien menos ingrato que tú. Supongo que una noche te llamaré para avisarte que he extraído todo tu veneno de mi cuerpo, el que dejaste cuando me amaste sin reparo en la mañana del 20 de Octubre.

... Algún día te avisaré, sin embargo aun me torturo. Por lo pronto te dejo, estoy a punto de llegar a tu ciudad, a tu casa, a tu gente, pero sin poder verte.

Te quiero. N.A.

(Viajando un 31 de Enero)