4.26.2019

El impetuoso regreso de la despedida.

abril 26, 2019 Posted by Geraldine Bonilla No comments
Con el reproductor en aleatorio mato mis pulmones con tabaco;
con el remordimiento de lo que no viví tarareo una armonía melancolica.
Con el rimel corrido y seco, rejoneo tu indiferencia ponzoñosa
y aun sin fuerzas, sueño con vos, bailando un soul bajo luces de neón.

Nostalgica es la ciudad aunque ya no sea navidad y estemos en el auge de la primavera,
que se refocila de alumbrar enamorados que duran tan solo un viernes con olor a cerveza.
Yo, mientras tanto, mareada y con mis pies aferrados al asfalto me convenzo de que no te extraño.
Yo, como de costumbre, escribo cartas de despedida que no entrego y si terminan en llanto.

Y en la noche con boleros de Celia me cuestiono si pesa más la vida que un suspiro
o, con milongas de Gardel y un trago de ron, echo al azar si es más fácil morir que olvidar a un viejo amor.
Dice mi vieja: escribir libera... Pero he regurjitado tantas letras y sigo en un interminable naufragio de tristeza;
Pienso yo, que como todo en mi vida, hasta escribir lo hago a medias y aun no sé como encontrar un son mejor.

El mismo sonsonete en mi testa que sin repudio alguno cada mañana me culpa
y yo me he juzgado las mismas veces que en silencio te he perdonado.
Porqué aunque suene inverosimil, con este viernes ya sumé la ciento un vez que me restauro,
recordando que entre cientos de mentiras decidí dejar todo atras y decirte que te amo.

Esta noche quiero una cita frente a frente con la muerte,
que me explique que la hace tan seductora aunque sea tan tenue
y si decide que soy merecedora de cubrirme en su sotana,
que me de la chance de ser intimidada por ultima vez a causa de tu mirada.

El reproductor sigue en aleatorio pero ya no canta tan triste como cuando empecé,
sonando un chachachá de antaño que quizá bailamos juntos en otra vida.
El rimel sigue corrido pero en medio de mi paranoia desempolvo lo que alguna vez soñé,
anhelos que tenia antes de que la vida de él se llevara toda la mia.

Pero a final de cuentas de que me sirve escribir si todo dentro de mi volverá a arder
y no quedará más remedio que quebrarme otra vez,
como un bucle inagotable de bofetadas causadas por mi otro yo
que con el espejo repudia cada palabra que sale de esta boca.

Y si no vuelvo más, perdoname cariño, por no ser tan fuerte como el amor que te tengo,
pero es que el declive que tengo no merece verlo ni el más fuerte de los heroes.
Y si no me alcanzo a despedir de ti, te puedo asegurar que aunque mi cabeza sea tan inquieta
jamás me arrepentiré de amarte con esta vida que agoniza.


2.20.2019

12.000 años luz.

febrero 20, 2019 Posted by Geraldine Bonilla No comments

Te ví esta noche entre las luces de los puentes, entre trabajadores agotados y perros olvidados. Te ví esta noche y sin embargo no estabas, eras un espectro en el asfalto con forma de esas sonrisas que dicen mentiras... Eras una voz agonizante que estando a miles de kilómetros es difícil recordar.

Intenté reconstruirte en las calles recorridas a tu lado, pero dibujarte se hace más difícil cada día, sobretodo cuando no existe una fotografía de tu sonrisa junto a la mía y ya se me va olvidando el sonido de tu risa. Aquí el tirano principal es el tiempo, pues yo te escribo como en cinco textos lo que siento y en cuestión de segundos y en una línea me das a entender que la cursilería para ti es monotonía.

¡Que necia vanidad la que tengo! Que en vez de soltarte en tus sueños, náufrago en mi nostalgia y por ti me muero. Me magulla el alma la incertidumbre de cuanto espacio debo dejar cada noche en mi cama por si un día decides darle el 'adiós' a tus otros amores.

Es que tu amor es una especie de testamento literario de un poeta, es un juego de la ruleta rusa pero con el tambor lleno de balas. En este juego tú disparas un 'te amo' y yo ruego al cielo que esta vez no me llene de tristeza. Voy directo al abismo, sin frenesí, apostando con un vagabundo los vestigios de mi querer demacrado para ser tu testigo ocular y ayudarte a limpiar cada cicatriz.

Te ví esta noche y ojalá fueran muchas más. Te ví en el humo de un curioso cigarro que a veces me hace reír, porqué ya estás menos presente en mis llamadas que en mis alucinaciones. He empezado a sospechar que el resto del mundo sabe que estoy al borde de la locura, te veo en todas partes y no estás en ninguna.

Al parecer solo vives en mi mente hasta que regreses y yo escribo parrafos que acumulan tachones, escurren lágrimas y recitan versos desmesurados. Te veo en mi cuarto en la madrugada, el cual está menos desordenado que mi cerebro y aún así me sigue doliendo como nunca tu ausencia. Pero me aferró al anhelo de volver a despertar en tu hombro... Me limpio el llanto y bailo desnuda para ahuyentar al mal consejero que es el diablo quien me dicta que le entregue el desierto de mis piernas a otros lectores.

Perdonarás mi cíclica melancolía y este texto que parece más una queja y no una solemne declaración de amor. Prometo concentrarme en las historias que ya volveremos a escribir. Me resignaré a la filosofía de que un día más es un día menos, no sé si para verte o para enterrarte en verbos. Pero por ahora, mon amour, no pienses la distancia que nos separa ni en lo difícil que es amar con todo en contra... Tan solo hazme el amor en un par de acordes, hazme sentir que me cuidas de la muerte que resulta ser muy coqueta así antes de dormir yo no sea tu pensamiento recurrente.

Llévame en cada palpitar —al menos en uno de por medio— y recarga de energía este corazón que cuenta cada tic tac todos los días desde tu partida.

12.26.2018

Cavilación deliberada.

diciembre 26, 2018 Posted by Geraldine Bonilla No comments

Pienso en la muerte, casi todos los días, suena seductora aunque no sea un gato con siete vidas.

Pienso en la rutina y en como quiebra las más sanas intenciones, en como exprime el alma y aburre al corazón.

Pienso en las despedidas, en cuanto dolerán por pura paranoia incluso antes de que llegue la oportunidad.

Pienso en el amor y en lo desbalanceado que está en nuestro caso, porqué tú tienes a tu hombro experiencias hasteadas y yo llevo al frente la expectativa de todas las primeras veces que me faltan.

Pienso en ti, por supuesto, todo el tiempo, pienso en ti así duela tenerte lejos. Pienso en esperarte, pienso en solo pensar en ti por el resto de mi vida.

Y luego, —casi al final de todopienso en mí, en el riesgo que corro al dedicarte tanto tiempo de mis pensamientos. Pienso en mí y en la agonía de pensar en el día que te vayas totalmente de mi vida.

También pienso, a veces, en el miedo de no llenarte, de no complementar lo que quieres de hoy en adelante... Porqué pensar en ti es más difícil de lo que crees, eres tan caótico como las luces navideñas al sacarlas de la caja, eres tan difícil de descifrar que ya hace un tiempo dejé de intentarlo.

Pienso mucho en el tiempo perdido, en las veces que te he perdonado sin que me lo hayas pedido, en los sueños que me faltan por cumplir y que no podré vivir contigo porqué ya los cumpliste antes.

Pienso tanto que desconfío, pienso, pienso y pienso y me agoto de hacerlo... Se me van las horas de sueño y se me va la vida entre el humo del cigarrillo mientras me desgasto en adivinar —Y rogar un poco a la vida— que tanto mereces de mi vida en tu vida.

¿Qué tanto piensas tú, que no me dejas ir pero tampoco para tu futuro me has dicho que piensas de mí?

10.08.2018

THC

octubre 08, 2018 Posted by Geraldine Bonilla No comments

Estoy enamorada de la melancolía, esa que te mira desde el techo hacia tu cama mientras te revientas los oídos con la música más triste de tu reproductor para no escuchar tu mente disoluta.

Ella es tan delicada y exquisita, te hace sentir que vives exclusivamente para ver cómo todo se derrumba y se reconstruye de nuevo, te enseña a disfrutar del dolor de romperte en mil pedazos vez tras vez, como un loop infinito.

La melancolía es una coqueta, que te hace llorar sin razón aparente pero con todos los motivos por los que ya habías llorado antes. Te envuelve la piel, te la vuelve fuego y sientes morir por no respirar tan bien... Y que buena sensación es, porqué te das cuenta que aunque roto, no estás tan muerto en vida después de todo.

Me dejé seducir de ella, llega a posarse junto a mi cama una noche de por medio y me susurra un blues al oído antes de dormir. Mis latidos son más lentos cada que mis párpados se caen más y más a causa del cansancio que produce solo existir.

La melancolía juega a la lotería cada mañana, por eso es tan divertida... Te ablanda el corazón y hace que veas belleza en la tristeza, como los pintores y poetas que en medio de su miseria crean obras maestras. Te agarra la cabeza cuando estás a punto de soñar y te la sacude tan fuerte que tú almohada se transforma en un agujero negro y tu voz ahora es muda, nadie te escucha gritar.

... Entonces te dejas llevar y vuelas sobre una manta de estrellas, algunas son de colores pasteles y otras saben a lujuria, quieres besar al amor de tu vida pero este no existe porqué murió cuando murió tu fe en Dios. Y ya qué, que más da, todo vuelve a ser mierda fresca y un abismo sin final.

¿Qué queda? Será dormir... Dormir junto a ella, aunque sea más grande y fuerte que yo, aunque me consuma al caminar, aunque esté robando mi aliento de vida... Hermosa melancolía, mi más fiel compañía...

Después de todo, ¿De qué sirve la vida sin un poco de tristeza?

10.07.2018

Tiempo prestado.

octubre 07, 2018 Posted by Geraldine Bonilla , , , , , No comments

Somos la psicodelia que todos quieren ver en sus romances; somos el tic tac ausente de un reloj que hace un par de horas se detuvo; somos ese jam de un saxo que en cada nota deja de lado su inercia y quiere ser poeta; somos esa mentira viviente del: 'no puedo verte' y sin embargo en la madrugada te desvelas por pensar en cuanto me extrañas.

Pero todo es mejor cuando rompemos la ausencia, arrumas las excusas, te sacudes los miedos y en tu camino me encuentras; porqué el cielo existe cuando en la oscuridad de tu habitación tomas mi mano y viajamos en el tiempo con cada canción de tu reproductor.

Tu almohada es de goma cuando me recuesto y tu voz dirige el ritmo de mis latidos. Siempre olvido cuantas horas llevo mientras que en tu melancolía me pierdo y sin embargo, joven, nunca quiero que se acabe nuestro tiempo.

Te odio, porqué estamos locos, porqué eres, en una sola melodía de jazz, toda mi perdición. Me pierdo en tus pastillas para locos, tus labios hechos de Marlboro y cereza, tus besos con sabor a cerveza  barata y yerba. Y dejo que todo quede en silencio, para así poder reírnos de nuestros esporádicos encuentros, como sí fueramos la musa más nostálgica de un poeta que sigue escribiendo después de muerto.

Somos todo y nada en una noche, en un escondite, en un solo encuentro. Nos amamos esa única vez todo lo que no pudimos antes y todo lo que no se nos permitirá después; el secreto de un romance de años que no lo es tanto, queda entre las sábanas de tu cama o en las cuerdas de tu guitarra colgando.

Pecado insalvable, el pecado original, el del cariño perfecto que no siempre debe continuar... Ese, ese que no queremos desgastar, ese que nos salva de la mierda y es el mejor piloto para volar. Porqué es mejor darlo todo en una noche cada que la oscuridad invade el alma, que extenderlo y hacer de esta historia una más trivial.

Secreto empalagoso y encaramelado, de ese que podríamos gritarle al mundo pero es mejor no volverlo mundano. Yo me quedo con la exquisitez de escucharte cantar, entre lo tenue de mi miseria y el oasis de tu mirar; me quedo con lo impetuoso que suenas cuando hablas de tus sueños y de mis ganas de escaparme contigo al infierno.

Me quedo contigo, en silencio y solo por un siglo cada dos años si nos es permitido; porqué la vida se derrumba y yo prefiero cantar a tu lado por ti y por mí, por lo infinitos que somos cuando estás improvisando estrofas mientras yo aterrizo.

Me quedo con tus abrazos, que aunque como púas serán cuando despierte, mis demonios ahuyentan y el mundo se detiene.

Me quedo con este texto, ese abrazo, esa foto, esa cerveza, ese poema y esa canción. Me quedo, más allá de los besos, con la picardía y la satisfacción de que la cobardía nos pesa para decir 'adios'.